lunes, 26 de marzo de 2018

Citas: El gueto de Varsovia - Mary Berg


"Paso la mayor parte del tiempo en casa. Todos tememos salir. Los alemanes están aquí".

"Los días siguientes trajeron hambre, muerte y pánico a nuestro pueblo".

"Mis oídos, acostumbrados al estallido de incesantes explosiones, comenzaban a zumbar. Era el terrorífico silencio que precede a una gran calamidad pero no podía imaginar nada peor que aquello que había pasado".

"De repente alguien se precipitó en el sótano con la noticia de que Varsovia había capitulado. Nadie se movió pero vi lágrimas en los ojos de los adultos. También sentí que se me anudaba la garganta pero mis ojos permanecieron secos. Todos nuestros sacrificios habían sido inútiles".

"Fue una jornada de pesadilla. En todas las plazas de la ciudad se cavaban sepulturas. Varsovia parecía un enorme cementerio".

"Me siento como si estuviera presa. Ni siquiera puedo consolarme mirando por la ventana porque cuando atisbo por detrás de la cortina soy testigo de incidentes tan repelentes (...)".

"Las protestas serían inútiles: la ley no protege a los judíos".

"La primavera es hermosa pero no nos arriesgamos a salir a la calle".

"No hay malos alumnos. El carácter ilegal de la enseñanza y el peligro que nos amenaza a cada minuto nos reviste de una rara seriedad. La antigua distancia entre maestros y alumnos ha desaparecido: somos como camaradas de armas mutuamente responsables".

"Hasta mudarse al otro mundo resulta difícil en estos días. Los funerales son terriblemente costosos y un lugar en el colmado cementerio judío es precioso como el oro".

"El trabajo ayuda a olvidarlo todo y no es difícil trabajar aquí".

"4 de enero de 1941. El gueto está cubierto por una espesa capa de nieve. El frío es terrible y ningún piso tiene calefacción. En todas partes donde voy veo gente envuelta en mantas o acurrucada bajo colchones de plumas, siempre que los alemanes no se hayan llevado  todas esas cosas abrigadas para sus propios soldados".

"Entretanto la nieve cae lentamente y el hielo dibuja maravillosos modelos de flores en los vidrios de las ventanas. Sueño en un trineo deslizándose sobre el hielo, en plena libertad. ¿Seré libre de nuevo? Me he hecho realmente egoísta. Por ahora tengo todavía calefacción y comida pero alrededor mío hay tanta miseria y hambre que he comenzado a sentirme muy desdichada".

"A través del escaparate bajo de una tienda puedo ver los movimientos de varias personas. El espectáculo ya me es familiar: un pobre hombre entra a comprar un cuarto de libra de pan y luego sale. Una vez en la calle arranca impacientemente un pedazo de la masa pegajosa y se lo mete en la boca. Una expresión de felicidad se refleja en su rostro y poco después todo el pan ha desaparecido.
Entonces su rostro expresa desagrado. Escarba sus bolsillos y extrae hasta su última moneda de cobre… pero no alcanza para comprar nada. Todo lo que puede hacer es tenderse en la nieve y esperar la muerte".

"Todos deben aguardar su turno pero pocos llegan a vivir más. El hambre los destruye y una mañana tras otra se ven cadáveres de ancianos con el rostro azul y los puños apretados yaciendo sobre la nieve".

"Mis sueños de libertad se marchitan. Tengo hambre. Sólo deseo llenar mi estómago".

"Del otro lado del alambre de púas la primavera brilla con todo su encanto.
Del otro lado del alambre de púas la primavera brilla con todo su encanto.
Desde mi ventana puedo ver a las muchachas con ramilletes de lilas caminando por la parte aria de la calle. Hasta aspiro la tierna fragancia de los pimpollos recién abiertos. Pero no hay señales de la primavera en el gueto".

"¿Qué ha sido de mis hermosos días de primavera de otros años, de los alegres paseos por el parque, de los narcisos, lilas y magnolias que llenaban mi cuarto? Hoy no tengo flores ni plantas verdes".

"El gueto cada día está más lleno; hay una ola constante de nuevos refugiados.
Son judíos de las provincias a quienes les han quitado todo lo que poseían. A su llegada la escena siempre es la misma: el guardián de la puerta comprueba la identidad del refugiado, y cuando descubre que es judío lo empuja con la punta del fusil como señal de que puede entrar en nuestro paraíso…".

"Esa gente llega en harapos y descalza; tiene los ojos trágicos de los hambrientos. La mayoría de ellos son mujeres y niños. Se convierten en una carga para la comunidad, que los ubica en algo que se llama casa. Mueren tarde o temprano".

"En una calle cercana a nuestra puerta una joven suele cantar. Está loca. Las palabras de su
canción lastimera llegan hasta mis oídos por la mañana temprano. «El silbido de la locomotora, adiós, mi amado, sé feliz…». La canción termina cuando el tren desaparece y la muchacha queda esperando a su amado".

"Romek, que estaba sentado al piano, se dio cuenta de mi angustia y con sus modos tiernos característicos me susurró:
«No te asustes, acuérdate sólo del tono». Su mirada me animó y después de los primeros compases mi miedo al público desapareció".

"Se declaró de inmediato a Varsovia en estado de sitio. El toque de queda ahora comienza en el gueto a las siete en vez de las nueve, y se aplica la pena de muerte a quien viole el oscurecimiento".

"Estoy dominada por horribles presagios. He tenido en las últimas noches terribles pesadillas. Vi a Varsovia bañada en sangre; junto a mi hermana y mis padres caminaba sobre cadáveres. Quería correr pero no podía y desperté cubierta de sudor frío, aterrorizada y exhausta. El sol de oro y el cielo azul sólo consiguieron irritar mis nervios alterados".

"Hay un gran número de niños casi desnudos cuyos padres han muerto y que se sientan en andrajos en las calles. Tienen los cuerpos horriblemente delgados; pueden verse sus huesos a través de su apergaminada piel amarilla. Ésa es la primera etapa del escorbuto; en la última los cuerpos se agrietan y se cubren de llagas. Algunos de esos niños han perdido las uñas; se sacuden y gimen.
Carecen de aspecto humano y se parecen más a monos que a criaturas. 
Ya no piden pan sino morir".

"Al irse me besa y trata de pronunciar algunas palabras de esperanza en el futuro. Pero hace algunos días me abrazó y me dijo, hablando como un adulto a una criatura: «Niñita, es una gran cosa que tú no comprendas mucho. Me siento dichoso de saber que no sufres como yo».
Se me llenaron los ojos de lágrimas porque conozco y entiendo todo pero soy impotente y no puedo ayudarlo en nada".

"¿Cuándo terminará este infierno?".

"Hasta ahora, mientras escribo estas líneas, me siento impresionada veo delante mío a millares de jóvenes judíos parados como ovejas frente al matadero. ¡Tantos hijos, hermanos y esposos fueron separados de sus seres queridos, que nunca volverán a ver y a quienes ni siquiera les fue permitido decirles adiós!".

"Es inconcebible que tengamos fuerzas para seguir viviendo".

"Habló y habló sobre el cuidado con que su madre es atendida en el magnífico hospital privado, sobre las dos enfermeras que la cuidan, etcétera. Pero mientras oía sus explicaciones acerca del lujo de esa institución privada veía ante mí los niños desnudos, sin hogar, yaciendo hambrientos en las calles sucias, los niños con vientres hinchados y piernitas torcidas, y de repente, como despertando de un mal sueño, le grité: «¡Basta, basta!». Pero entonces me di cuenta de inmediato de que Tadek no tiene la culpa de que su padre se haya enriquecido con sucios negocios. Procuré ocultar mi aversión hacia el muchacho pero no pude, y le pedí que se fuera so pretexto de que me dolía la cabeza. Se fue muy triste, con la cabeza baja".

"Hay muchas de esas parejas en el gueto: muchachas muy jóvenes y hombres de más edad. Es muy raro encontrar a una mujer o a un hombre solos. Hombres y mujeres se sienten más atraídos entre sí que en tiempos normales, como sedientos de protección y de cariño. 
Un amigo ayuda a vencer la melancolía. Nadie quiere estar solo. Pero la moralidad en el gueto es más poderosa que en los tiempos anteriores a la guerra".

"Al principio parecía que hubiera perdido la razón. Pronunciaba cortas frases incoherentes. Pero después de vencer las dificultades iniciales comenzó a mostrarse más sensata. «Ahora estoy bien de nuevo; por fin estoy fuera de peligro. ¿Por qué me miras así? ¿He cambiado tanto? ¡Dime la
verdad!».
Mis ojos se llenaron de lágrimas y no fui capaz de pronunciar una palabra. Rutka parecía un cadáver. Así te deja el tifus".

"También el tío Percy ha sanado. Lo salvaron las poderosas inyecciones que nuestro enérgico médico le aplicó. Hoy nos visitó con su mujer, Lucía, por primera vez desde su enfermedad. Se mueve con dificultad y se apoya siempre en Lucía. Parece un despojo de su anterior personalidad.
Con no más de veintisiete años era fuerte y hermoso y ahora está encorvado y es sólo piel y huesos.
Uno encuentra a cada paso del gueto tales náufragos humanos y ésos son los dichosos que lograron escapar al Ángel de la Muerte".

"En las calles se ven con creciente frecuencia cadáveres helados. En la calle Leszno, frente a los tribunales, muchas madres suelen sentarse con sus críos envueltos en harapos de los que salen los piececitos helados. A veces una madre abraza a un niño helado de muerte y trata de calentar el inanimado cuerpecito. A veces un pequeño se aprieta contra su madre creyendo que está dormida y tratando de despertarla pero ella está muerta".

"No es fácil andar por la calle con un paquete en la mano. Cuando un hambriento ve a alguien con un paquete que parece contener comida, lo sigue y en el momento oportuno se lo arrebata, lo abre rápidamente y procede a satisfacer su hambre. Si el paquete no contiene comida lo tira. No, no son ladrones; son personas enloquecidas de hambre".

"1 de enero de 1942. Me siento completamente vacía, como si estuviera suspendida sobre un abismo".

"En la semioscuridad vi que Romek ponía sus dedos en el teclado. Con gran esfuerzo comenzó a ejecutar la Marcha Fúnebre de Chopin. Nadie pronunciaba una palabra. Anka abrazaba a Harry, Dolek a Stefa, Tadek a Bronek, todos juntos; únicamente yo estaba sola. Tristes ideas me dominaron.
¿No era todo eso diabólico? ¿No me esperaba algo terrible, algo que me separará de mis amigos?
De repente alguien gritó: «Romek, ¿por qué no tocas otra cosa? Nunca has podido tocar la Marcha Fúnebre y precisamente esta noche la musa te es propicia».
Romek no respondió. Ensayó otras notas pero no pudo continuar. Por último, se levantó del piano y se sentó a mi lado. «Tú sabes», me susurró, «tengo un extraño presentimiento sobre este día de Año Nuevo, recuerda mis palabras».
No comprendí lo que quiso decir pero hasta en la semioscuridad pude leer una horrible desesperación en sus ojos".

"20 de febrero de 1942. El frío es sumamente intenso. Cada vez se ven más cadáveres helados en las calles. Yacen junto a las puertas de calle con las rodillas dobladas, petrificados en medio de su lucha contra la muerte. Es un panorama que pone los pelos de punta pero los transeúntes se han acostumbrado a verlo".

"En nuestro techo estoy siempre sola. Es agradable tenderse al sol y ver el barrio que está del otro  lado de los muros. Los blanco capiteles de una iglesia están muy cerca mío. Están rodeados por  ramas de tilos y el perfume de esos hermosos árboles llega hasta mi techo. Más allá hay casas privadas usadas ahora por los alemanes como cuarteles. El aire es aquí puro y pienso en las tierras  lejanas, en el mundo libre".

"La gente que camina por las calles parece una sombra".

"Durante largo rato me pregunté si era el verdadero Heniek el que estaba sentado delante mío o su sombra. Hacía mucho que lo había olvidado y cuando dejé de recibir sus cartas creí que había muerto. Cada vez que me encuentro con Heniek, desde el comienzo de la guerra, es en vísperas de algún gran cambio en mi vida o de una importante partida. ¿Estaré a punto de irme de aquí? Pero tal cosa es absurda: nadie puede abandonar el gueto".

"Después de ir a la escuela fui a ver a mi dentista. Sentada en el sillón oía cantar a las palomas. El ruido llegaba del lado ario porque las ventanas dan al lado desnivelado de la calle Sienna. Mi prima Felicia, que estaba a mi lado con los instrumentos en la mano, me dijo: «¿Sabes una cosa, Mary? No me gusta el canto de las palomas; es para mí de mal agüero». No sé por qué pero también evocaba en mí algo desagradable y hostil".

"Veo el rostro de Romek ante mí como en el momento de la despedida. 
Le digo que me voy, que será mejor para ambos… pero se niega a admitirlo y cuando, por último, la  hora me obliga a dejarlo, se niega a darme la mano. «Sabes —me dijo— apretarte la mano significa decirte “Te veré de nuevo”, y no quiero hacerlo porque sé muy bien que nunca nos volveremos a ver»".

"Llegó el crepúsculo. El cielo todavía estaba enrojecido por la puesta de sol. Estábamos al lado de una pared, juntos posiblemente por última vez. Vi que sus ojos se encendían como si se iluminara una lámpara en ellos. Me contempló como si quisiera besarme pero a último momento se dominó:
«No —dijo— no nos separaremos. Quiero verte, quiero tenerte a mi lado, debes quedarte aquí. Te quedarás. Nadie puede separarte de mí». Le tomé de la mano. «¿Qué insensatez estás diciendo? —le dije—. ¿No estás contento de que me vaya? ¿No te das cuenta de que así podré salvar a otras personas, tal vez a ti mismo?».
Sentí que si permanecía allí otro minuto rompería a llorar. Di vuelta la cara y tendí la mano.
Permaneció suspendida en el aire. Romek también dio vuelta la cara y dijo en tono de resignación:
«Adiós». Quedé quieta en el mismo lugar, sin poder moverme. Esperaba que regresara pero se hundió en la oscuridad y desapareció".

"Agosto de 1942. Detrás de las puertas de la prisión experimentamos todo el terror que se extiende afuera, en el gueto. No hemos podido dormir en las últimas noches. 
El ruido de los tiros y los gritos de desesperación nos enloquecen. Debo reunir todas mis fuerzas para escribir estas notas. He perdido la cuenta de las días e ignoro qué día es hoy. ¿Pero qué importa? Estamos en un islote en medio de un océano de sangre. Todo el gueto sumergido en sangre. 
Vemos literalmente la sangre humana caliente, la olemos. ¿Sabe el mundo exterior lo que sucede?  ¿Por qué no nos ayuda? No puedo seguir viviendo; mis fuerzas están agotadas. ¿Cuánto tiempo  estaremos aquí para ser testigos de todo eso?".

"En uno de esos camiones vi a nuestro gran pianista Wladislaw Spielman. Su aspecto me estremeció. Estaba delgado y agotado, su chaqueta le iba como una bolsa. Las mangas estaban llenas de agujeros y el cuello roto. Conducía una canasta con algún pan. 
Tenía los ojos hundidos y apenas podía respirar".

"Todas devoramos los libros con la misma impaciencia con que devoramos la comida".

"Mis sentimientos eran contradictorios. Estaba por cierto alegre de salir de ese valle de la muerte pero no podía dejar de reprocharme y de preguntarme si realmente tenía derecho a irme, dejando a mis amigos y parientes abandonados a su suerte".

"24 de febrero de 1943. No existe sentimiento más maravilloso que el de la libertad".

"Ayer recibimos dos cartas, una de Romek y otra de tío Abie. Romek me escribe en el papel que yo le envié. Dice lo siguiente: «Cada palabra tuya me produce gran alegría. Me siento dichoso al saber que por fin estás a salvo. No te preocupes por mi, no vale la pena; jamás volveremos a vernos»".

"Pienso en Romek y en la triste carta que recibí ayer de él. 
«Trabajo sin cesar —escribe— porque el trabajo me hace olvidar todas las penas…»".

"15 de junio de 1943. Hace tiempo que no escribo una línea. ¿Qué saco con escribir? ¿Quién puede interesarse por mi diario? He pensado varias veces en quemarlo pero una voz interior me impide hacerlo. La misma voz interior me urge a escribir ahora las cosas terribles que he oído en los últimos días".

"Nosotras, las que hemos sido rescatadas del gueto, tenemos vergüenza de mirarnos a la cara. ¿Teníamos derecho de salvarnos? ¿Por qué es aquí tan hermoso el mundo? Aquí brilla el sol y se aspira el aroma de las flores, y allí… sólo hay sangre, sangre de mi pueblo. ¡Dios mío, por qué debemos sufrir tanta crueldad! Estoy avergonzada. Estoy aquí, respirando el aire sano, y allí está mi pueblo asfixiado en gas y pereciendo en las llamas, quemado vivo. 
¿Por qué?".

"El papel de nuestras habitaciones está cubierto de un complicado dibujo de color rojo oscuro.
Una vez miré fijamente ese papel y me pareció que las rayas rojas emergían de un largo río de sangre… Así su sangre corrió y se mezcló con las llamas. Nuestra sangre, nuestros huesos quemados hasta convertirse en cenizas. ¡Dios mío, ¿por qué tenemos que sufrir todo eso?".

"«Mi conciencia no me permite salvarme —escribía— ahora que veo a tantos cerca mío a un paso de una muerte horrible. ¿Soy mejor que ellos? No tengo valor para abandonar estas ruinas. No, no dejaré Varsovia. Éste es mi lugar y debo permanecer aquí. 
¿Qué vale mi vida en comparación con la de esos héroes que derraman su sangre por nuestro pueblo? 
Mientras escribo esta carta puedo oír las explosiones del gueto. Los últimos refugios son destruidos con dinamita. Mis hermanos y los suyos se queman bajo las ruinas. Juzgue por usted misma, ¿puedo  alejarme de ellos?»".

"Después de lo sucedido en las últimas semanas no tengo coraje para dar el menor paso por salvarme. La vida ha perdido todo valor para mí".

"10 de octubre de 1943. Ayer fue el Día del Perdón y hoy es mi cumpleaños. Me siento muy vieja a pesar de no tener más que diecinueve años. Mi madre preparó una fiesta sin que yo supiera e invitó a toda la gente joven del campo. Trataron de crear un ambiente jovial pero esa alegría artificial sólo logró entristecerme".

"Rutka, mírame a los ojos, deja que tu corazón palpite con el mío. 
Nos acercamos a la libertad.
Cada uno de nosotros respirará aquí, en su hogar, la libertad. Nadie aprecia la libertad tanto como aquel que alguna vez la perdió".

"Mi Rutka: dile a todos aquellos que aún viven que jamás los olvidaré. Haré todo lo que pueda por salvarlos y para vengar a quienes fueron amargamente humillados en sus últimos momentos.
Y aquellos que son cenizas perdidas en la tierra, siempre estarán para mí vivos".



Mary Berg

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