lunes, 16 de octubre de 2017

Citas: La dama de negro - Susan Hill


"Esa noche percibí de inmediato y con el corazón alegre que el tiempo había cambiado".

"A decir verdad, envejecía prematuramente y era un hombre sombrío, pálido y de expresión tensa: un bulldog".

"Como es obvio, no tenía ni la más remota idea de que mi tranquilidad de espíritu estaba a punto de derrumbarse y de que aflorarían recuerdos que consideraba definitivamente muertos".

"Al principio me divertí y me mostré complaciente pero, mientras permanecía sentado y escuchaba a la luz del fuego, me sentí al margen de los demás, como una persona ajena a ese círculo. Intenté contener mi creciente desasosiego y frenar el desbordamiento de la memoria".

"Lo cierto es que no pude moverme: quedé paralizado; como siempre, experimenté una sensación largamente olvidada y, a la vez, demasiado conocida".

"La verdad es radicalmente distinta y, al mismo tiempo, incluso más terrible".

"En los últimos tiempos había sido como la onda más externa de un estanque, ni más ni menos que el débil recuerdo de un recuerdo".

"¿No había manera de mantener transitoriamente a raya tanto el recuerdo como los efectos que ejercía sobre mí, de la misma forma que un analgésico o un bálsamo calman el dolor de una herida?".

"De pie entre los troncos de los frutales, que la luz de la luna teñía de un gris argentino, recordé que la forma de desterrar a un viejo fantasma que sigue apareciendo consiste en exorcizarlo. En ese caso, había que exorcizar al mío".

"—La señora Drablow… —repitió, recogió el testamento y, por encima del escritorio, lo agitó ante mis ojos—. La señora Alice Drablow, de Eel Marsh. Por si no lo sabe, ha muerto.
—Ah, bueno".

"—De acuerdo, pero…
En ese momento, Tomes se materializó a mi lado y se sorbió los mocos".

"Cuando se vive solo en un lugar como aquél es cuando comienzan las rarezas".

"—Quiero que me diga una cosa —dije en cuanto llegué a su lado—. La mujer que… Espero que esté en condiciones de regresar a su casa…, me dio la sensación de que está muy enferma. ¿Quién es? —El señor Jerome arrugó el entrecejo—. Me refiero a la joven de rostro consumido —insisti—, la que estaba en el fondo de la iglesia y también en el camposanto, a pocos metros de nosotros.
El señor Jerome se detuvo en seco y me clavó la mirada.
—¿Ha dicho una joven?
—Sí, sí, la de la piel estirada sobre los huesos, daba pena mirarla… Una mujer alta que llevaba una especie de toca…, me figuro que para tapar el rostro lo máximo posible. ¡Pobrecilla!
(...)
El señor Jerome quedó petrificado, palideció y movió la garganta como si fuese incapaz de pronunciar palabra.
—¿Le ocurre algo? —me apresuré a preguntar—. No tiene buena cara.
Finalmente, el inmobiliario meneó la cabeza, aunque yo diría que se meneó de pies a cabeza, como si hiciera un esfuerzo supremo por serenarse después de sufrir una conmoción trascendental; de todos modos, su rostro no recuperó el color y las comisuras de sus labios parecían teñidas de azul.
—Yo no he visto a la joven —contestó finalmente casi en un susurro".

"—Mírela, está allí… ¿No deberíamos…?
Callé cuando el señor Jerome me agarró la muñeca y la sujetó con todas sus fuerzas. Lo miré a la cara y tuve la certeza de que estaba a punto de desmayarse o de sufrir una crisis".

"—Señor Jerome, tomase de mi brazo… Le agradecería que no apretase tanto…, si está en condiciones de dar unos pasos y volver a la iglesia…, en el sendero… Antes he visto un banco una vez pasado el portón, allí podrá descansar y recuperarse mientras voy a buscar ayuda…, un coche…
—¡No! —casi gritó mi acompañante.
—¡Hombre, tranquilícese!".

"La combinación del lugar peculiar y aislado con la súbita aparición de la mujer y lo espantoso de su expresión me atemorizó. Jamás había sentido terror semejante, jamás me habían temblado tanto las rodillas ni se me había helado la sangre; mi corazón nunca había sufrido semejante sacudida, como si estuviera a punto de saltar por mi boca seca para, a continuación, golpear mi pecho como el martillo al yunque; jamás había sido presa de un temor, un horror y un miedo al mal tan intensos".

"Necesitaba compañía y no la tenía; necesitaba luces, calor y una buena copa entre pecho y espalda; necesitaba consuelo y, más que nada, necesitaba una explicación".

"Es extraordinario lo poderosa que puede ser la curiosidad. Hasta entonces no me había dado cuenta.
El deseo de averiguar exactamente a quién había visto y por qué me consumió más allá del intenso miedo y la conmoción que había sufrido; no descansaría hasta que lo hubiese satisfecho de una vez por todas, a pesar de que, mientras estaba en el cementerio de Eel Marsh, no me había atrevido a quedarme e investigar".


"¿Había pasado sólo un día? Me sentía como si hubiese viajado muy lejos; como si en espíritu, aunque no temporalmente, hubiera experimentado muchas cosas y como si mi interior, hasta entonces plácido y asentado, hubiese sufrido tantas sacudidas que tuve la impresión de que habían transcurrido varios años".

"Noté que las manos del señor Jerome, apoyadas a los lados de la silla, se movían, frotaban, se agitaban y se cerraban y abrían.
—Lo lamento, éste es un pueblo pequeño. Los jóvenes se marchan…, no tienen oportunidades.
—Pues yo ofrezco una oportunidad, por muy temporal que sea.
—No encontrará a la persona adecuada. —El señor Jerome prácticamente me gritó".

"—La señora Drablow no veía a nadie más, a ningún otro… —Su voz se convirtió en un murmullo imperceptible.
—Querrá decir a otra alma viviente —puntualicé sin inmutarme".

"—No debería ir.
—Pero iré.
—No debería ir solo.
—No encontré a nadie dispuesto a acompañarme.
—Ni lo encontró ni lo encontrará —puntualizó".

"—Es un lugar bastante peculiar —comenté.
—La señora Drablow era una mujer peculiar".

"Es mío. ¿Por qué no puedo tener lo que es mío? No terminará en manos de desconocidos. Le quitaré y me quitaré la vida antes que permitir que se vaya".

"Si me había asustado con lo que hasta entonces había ocurrido en esa casa, cuando llegué al final del corto pasillo y vi lo que vi, mi miedo alcanzó nuevas cumbres; durante un minuto pensé que moriría, que estaba muriendo, pues me parecía inconcebible que un hombre pudiera soportar tantos sobresaltos y sorpresas y continuar vivo, por no hablar siquiera de mantenerse en sus cabales".


"Las emociones van en aumento hasta que, incitado por hechos y pavores cada vez más espeluznantes, queda tan abrumado que huye o pierde los cabales; en caso contrario, poco a poco se tranquiliza y recobra el dominio de sí mismo".

"En una de las ventanas de la planta alta, la única con barrotes, la de la habitación de los niños, vislumbré a alguien de pie. Se trataba de una mujer, de esa mujer, y me miraba a los ojos".

"—Es muy temprano, pero me desperté varias veces porque, como ya le he dicho, no hacía nada más que pensar en usted.
—¡Qué extraño!
—¿Le parece? Para mí no tiene nada de extraño".

"Lo que no podía soportar ni un segundo más era la atmósfera que rodeaba esos acontecimientos: la sensación de odio opresivo, malevolencia, perversidad y de pena y aflicción atroces. Esos sentimientos, que parecieron invadir mi alma y apoderarse de mí, me resultaban insufribles".

"Los demás nos quedamos y tenemos que vivir con lo que hay".

"En ese momento, comprendí que las fuerzas del bien y las del mal luchan y que un hombre se decanta por un lado u otro".

"Yo había visto el fantasma de Jennet Humfrye y ella había logrado vengarse.
Querían conocer mi historia. La he contado. Ya está bien".






Susan Hill

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