jueves, 28 de diciembre de 2017

Citas: El diablo en el cuerpo - Raymond Radiguet


"Los trastornos que me deparó aquel periodo extraordinario fueron, sin lugar a dudas, de una índole que no suele nunca experimentarse a tal edad; pero como nada es capaz de hacernos madurar a pesar de las apariencias, habría de comportarme como un niño en una aventura en la que hasta un adulto se hubiera encontrado en apuros".

"Mis compañeros guardarán de aquella época un recuerdo que no corresponde con el de sus mayores. Que aquellos que ya están en contra mía traten de imaginar lo
que la guerra supuso para muchos chicos: cuatro años de grandes vacaciones".

"Mis padres reprobaban la amistad entre chico y chica. La sensualidad, que nace con nosotros y se manifiesta todavía a ciegas, en lugar de desaparecer por ello, aumentó".

"A la una había suplicado al director que no dijera nada a mi padre; a las cuatro ardía en deseos de contárselo todo".

"Mi padre quería saber si no me había inventado de cabo a rabo aquella historia de amor. Fue a ver al director. Durante aquella visita habló incidentalmente de lo que él consideraba una farsa.
—¿Qué? —dijo entonces el director, sorprendido y muy molesto—, ¿se lo ha contado? Me había suplicado que me callara, diciéndome que usted le mataría".

"A decir verdad, todo el mundo estaba contento en Francia. Los niños, con sus libros de premios bajo el brazo, se apiñaban ante los carteles. Los malos estudiantes se aprovechaban del desconcierto familiar".

"A lo fantástico de aquella casa del crimen, sobre cuyo tejado se paseaba, como sobre el puente de un navío empavesado, una mujer de cabellos ondulantes, contribuía mucho la voz de esa mujer: inhumana, gutural, de una dulzura que ponía la carne de gallina".

"La loca decía cosas que he olvidado, con esa profunda melancolía resignada que confiere a la voz ese convencimiento de que se tiene razón, de que todo el mundo está equivocado".

"Me gustaba que mi corazón latiera rápida e irregularmente. Aquel espectáculo, de una profunda poesía, me satisfacía más".

"—De todos modos, temo que esto le impresione demasiado —le dijo a mi padre.
—¡Oh! —respondió él—, no conozco a nadie más insensible. Puede contemplar lo que sea, salvo ver desollar a un conejo".

"Hasta entonces había tratado de soportarlo todo aunque me zumbaran los oídos y el corazón me fallara. Pero cuando oí que algunos gritaban: 
«Todavía vive», me caí de los hombros de mi padre, sin conocimiento".

"Si insisto sobre un episodio semejante es porque hace comprender mejor que cualquier otro el extraño periodo de la guerra, y cómo me impresionaba, más que lo pintoresco, la poesía de las cosas".

"Por primera vez tuve un amigo. Me gustaba ir a postular con su hermana. Por vez primera me entendía con un muchacho tan precoz como yo, e incluso admiraba su belleza, su desvergüenza. Nuestro común desprecio por los de nuestra edad nos unía aún más".

"—No se parece usted mucho a su madre —le dije.
Era un piropo.
—Sí, me lo dicen a veces, pero cuando venga usted a casa le enseñaré las fotografías de mamá cuando era joven, me parezco mucho a ella.
Aquella respuesta me entristeció y rogué a Dios que no me permitiera ver a Marthe cuando tuviese la edad de su madre".

"Creía haber declarado mi amor a una persona insensible".

"—Marthe no me intimida —me repetía una y otra vez—. Tan sólo son sus padres y mi padre los que me impiden inclinarme hacia su cuello y besarla.
En lo más profundo de mí, otro muchacho distinto se alegraba de la presencia de aquellos aguafiestas, pensando:
—¡Menos mal que no estoy solo con ella! Tampoco me atrevería a besarla y entonces no tendría excusa alguna.
Así es como hace trampas el tímido".

"Mi padre y mis hermanos se habían aburrido, pero ¡qué importaba! La felicidad es egoísta".

"Durante un cuarto de hora corrí como un loco hasta su casa. Entonces, temiendo molestarla mientras comía, esperé diez minutos, empapado en sudor, ante la verja.
Pensaba que en ese tiempo cesarían las palpitaciones de mi corazón. Pero, al contrario, se acrecentaban".

"Así que me marché, y como creía que no tendría más ocasiones de volverla a ver, traté de no pensar en Marthe y, precisamente por eso, no hacía más que pensar en ella".

"Como durante la conversación Marthe me había dicho que almorzaba en casa de sus suegros, decidí convencerla de que se quedara conmigo. Dieron las nueve y media. Marthe, que no estaba todavía acostumbrada a que se abandonasen por ella todas las obligaciones escolares, se sobresaltó. Pero al ver que yo permanecía en mi silla de hierro, no tuvo el valor de recordarme que en aquellos momentos hubiera debido estar sentado en los pupitres del Henri IV.
Permanecíamos inmóviles. Así debe ser la felicidad".

"Nuestro proyecto, tras aquel primer encuentro, de ir juntos a una academia de dibujo; la mentira del teléfono, que habría de repetir por la noche a sus padres y a la que habría que añadir la de las rosas, me resultaban favores más dulces que un beso. Y es que habiendo besado a menudo, sin gran placer, los labios de algunas niñas y olvidando que era porque no las amaba, los labios de Marthe me atraían poco. Mientras que tal complicidad me era, hasta aquel día, desconocida".

"De vez en cuando aspiraba el olor de las rosas rojas, con las que se proponía pintar una acuarela, que me regalaría en recuerdo de aquel día".

"La obligación de acompañar a Marthe me pareció una desgracia. 
¡Tenía que ayudarla a escoger un dormitorio para ella y otro hombre!".

"«Si ella no me quiere —pensé—, ¿qué razones tiene para ceder ante mí, para sacrificar sus preferencias y las de su prometido, a las mías?»".

"Para mí, faltar a clase quería decir que estaba enamorado de Marthe. Me equivocaba. Marthe no era más que el pretexto de esos novillos. Y la prueba era que, después de haber disfrutado de los goces de la libertad en compañía de Marthe, quise saborearlos solo, y después, hacer adeptos. La libertad pronto se convirtió en una droga para mí".

"Cuando se es muy joven se tiende a creer, como ocurre con las mujeres, que las lágrimas compensan todo".

"Cuando los vínculos no son aún muy sólidos basta con faltar a una cita para olvidar a alguien".

"A fuerza de pensar en Marthe, cada vez pensaba menos en ella. Mi mente actuaba del mismo modo que los ojos ante el papel de las paredes de nuestra habitación. A fuerza de mirarlo, se termina por no verlo".

"Cuando alguna cosa venida del exterior me obligaba a pensar en Marthe con menos pereza, la recordaba con cariño, con la melancolía que se siente por lo que hubiera podido ser. «¡Bah! —me decía—, hubiera sido demasiado hermoso. No se puede a la vez elegir la cama y acostarse en ella»".

"Me encontraba en esta disposición de ánimo cuando, a finales de noviembre, un mes después de haber recibido la participación de su boda, me encontré, al volver a casa, una invitación de Marthe que comenzaba por estas líneas: «No comprendo para nada su silencio. ¿Por qué no viene a verme? ¿Se ha olvidado ya de que eligió mis muebles…?»".

"Llamé. Me abrió Marthe. Estuve a punto de echarme en sus brazos, como la gente que acaba de escapar de un naufragio, aunque apenas se conoce. Pero ella no lo hubiera comprendido".

"Y es que ahora que creía estar seguro de que no la quería, es cuando comenzaba a amarla".

"Me sentía incapaz de cálculos, de maquinaciones, de todo aquello de lo que, hasta entonces, y todavía en aquel momento, yo creía que el amor no puede prescindir".

"El sueño le servía de pretexto para rodearme el cuello con sus brazos y para, una vez despierta, decirme con los ojos húmedos que acababa de tener un sueño muy triste. Pero nunca quería contármelo. Yo aproveché su falso sueño para aspirar el aroma de sus cabellos, de su cuello, de sus ardientes mejillas, rozándolas apenas para que no se despertase; unas caricias que no son, como se suele decir, pequeñeces del amor, sino que, al contrario, son de lo más valioso, pues tan sólo nacen de la pasión".

"Me acusaba a mí mismo de haber roto el encanto, diciéndome lo loco que había sido al acercar mis labios a los suyos, olvidando que la que me había besado era ella".

"Moviendo la cabeza me dijo: Antes de conocerte era feliz, creía estar enamorada de mi prometido. Hasta le perdonaba el que no me comprendiera bien. 
Tú eres el que me has revelado que no le quería".

"El sabor del primer beso me había decepcionado, como una fruta que se prueba por primera vez. No es en la novedad donde encontramos los mayores placeres, sino en la costumbre. Unos minutos después, no sólo me había acostumbrado ya a su boca, sino que ya nunca podría prescindir de ella".

"Aquel que ama termina irritando al que no ama".

"Lo que causa la desgracia de unos haría la felicidad de otros".

"Hacía ya cuatro meses que decía que la amaba, pero aún no le había dado esa prueba que los hombres suelen prodigar tanto y que, a menudo, sustituye al amor".

"Como siempre me ha sido imposible apreciar lo que pruebo por primera vez, fui conociendo día tras día los placeres del amor.
Mientras tanto, el placer fingido me ocasionaba un auténtico dolor de hombre: los celos".

"«No haré más que sufrir —añade—. Si me abandonas, me moriré. Si permaneces a mi lado será por debilidad, y sufriré viendo cómo sacrificas tu felicidad»".

"Desgraciadamente, yo era demasiado sensible a la juventud para no haber previsto ya que me separaría de Marthe el día en que su juventud se marchitase, y la mía alcanzase su plenitud".

"Muchas veces pensamos ser los primeros en sentir ciertas turbaciones, ignorando que el amor es como la poesía y que todos los amantes, incluso los más mediocres, se creen innovadores".

"La besé en un hombro. No se despertó. Un segundo beso, menos casto, provocó el violento efecto de un despertador. Primero se sobresaltó y después, mientras se frotaba los ojos, me cubrió de besos, como a una persona amada a la que se encuentra uno en la cama después de haber soñado con su muerte".

"Pensar en la muerte con tranquilidad sólo tiene valor si lo hacemos en solitario. La muerte en compañía ya no es muerte, ni tan siquiera para los incrédulos".

"Lo que realmente apena no es dejar la vida, sino abandonar lo que le da sentido. Por eso, cuando el amor fundamenta nuestra vida, ¿qué diferencia hay entre vivir juntos y morir juntos?".

"Sin embargo, el amor, que es el egoísmo por partida doble, sacrifica todo a sí mismo y vive a base de mentiras".

"Marthe se mordía los labios, lloraba: «¿Qué he hecho yo para que te hayas vuelto tan perverso? Te lo suplico, no estropees nuestro primer día de felicidad».
—Tienes que quererme bien poco para que éste sea tu primer día de felicidad".

"Tan sólo el amor redime de semejantes indelicadezas".

"Porque a menudo dudaba sobre su amor. A veces me preguntaba si acaso yo no era para ella más que un pasatiempo, un capricho del que podría librarse de la noche a la mañana, en el momento en que el armisticio la devolviera a sus obligaciones. Me repetía, sin embargo, que hay momentos en los que una boca, unos ojos, no pueden mentir".

"Los momentos en que no se puede mentir son precisamente aquellos en los que más se miente, sobre todo a sí mismo".

"Decididamente, todavía me faltaba mucho para llegar a ser un hombre. Mientras abría la primera carta de Marthe, me preguntaba cómo podría realizar semejante proeza: escribir una carta de amor. Olvidaba que no hay otro género epistolar más fácil: sólo se necesita amor".

"René, que tanto se burlaba de mis sentimientos, estaba, sin embargo, enamorado de una mujer a la que creía amar sin amor".

"Nuestra felicidad era un castillo de arena. Pero como en este caso la marea no subía a horas fijas, deseaba que lo hiciera lo más tarde posible".

"Aquellas escaramuzas afligían a Marthe; aunque era lo bastante inteligente y estaba lo suficientemente enamorada para darse cuenta de que la felicidad no estriba en el aprecio de los vecinos, sin embargo era como esos poetas que saben que la verdadera poesía es algo «maldito», pero que, a pesar de ello, se quejan por no conseguir la aprobación que ellos mismos desprecian".

"Nada absorbe tanto como el amor".

"El que la juventud sea necia se debe a la falta de holgazanería".

"Para una mente que ya está en marcha, la pereza no existe".

"Cuando no dormía en casa de Marthe, es decir, casi todos los días, dábamos largos paseos a lo largo del Marne después de cenar, hasta las once. Desamarraba la barca de mi padre, Marthe remaba; yo, recostado, apoyaba la cabeza en sus rodillas. La abrazaba. De repente, un golpe de remo me hacía recordar que el paseo no duraría toda la vida".

"Al amor le gusta compartir su felicidad. Así, una amante de naturaleza poco ardiente, si nos ve escribiendo una carta, se vuelve cariñosa, nos besa en el cuello, se inventa mil arrumacos".

"Todo amor tiene su juventud, su madurez, su vejez".

"Suele ocurrir que este parecido moral atañe también al físico. Mirada, andares: varias veces, aquellos que no nos conocían nos tomaron por hermanos. Y es que existen en nosotros gérmenes de semejanza que el amor desarrolla. Tarde o temprano, un gesto, una inflexión de voz traicionan a los amantes más prudentes".

"Hay que admitir que, si el corazón tiene sus razones que la razón desconoce, es porque ésta es menos razonable que nuestro corazón".

"Indudablemente todos somos como Narciso, que ama y aborrece su propia imagen, pero a quien resultan indiferentes todas las demás. Este instinto de semejanza es el que nos guía por la vida, gritándonos «¡alto!», delante de un paisaje, de una mujer, de un poema".

"El instinto de semejanza es la única norma de conducta que no resulta artificial. Pero en la sociedad, tan sólo los espíritus vulgares simulan no pecar contra la moral, al ir siempre tras el mismo tipo de mujeres.
Así, algunos hombres persiguen obstinadamente a las «rubias», ignorando que a menudo las semejanzas más profundas son las más secretas".

"Aunque ya quería a ese niño, lo rechazaba por amor. No quería ser responsable de su dramática existencia. Yo mismo hubiera sido incapaz de vivirla".

"En general, la presencia de Marthe turbaba mi sueño. Por primera vez, a su lado, dormí tan bien como si hubiera estado solo".

"Me pasaba el día esperando al cartero. Era mi única vida. Y por otra parte, era incapaz de realizar el menor esfuerzo para olvidar".

"El amor, pensaba, debe indudablemente ofrecer grandes ventajas, puesto que todos los hombres le entregan su libertad".

"Igual que la abeja liba para enriquecer la colmena, un amante enriquece su amor con todos los deseos que le salen al encuentro".

"La honestidad puede alcanzar los más intensos sentimientos".

"Agotaba toda mi resistencia nerviosa en cobardía, en audacia, agobiado por las mil contradicciones de mi edad, embarcado en una aventura de hombre".

"La niñez siempre busca pretextos. Obligada constantemente a justificarse ante los padres, resultaba inevitable mentir".

"No pude evitar el excusarme en voz baja. Moviendo la cabeza, Marthe murmuró: «Prefiero ser desgraciada contigo que feliz con él». Ésas son palabras de amor que no quieren decir nada y que da vergüenza repetir, pero que producen embriaguez al oírlas en boca de la persona amada. Creí incluso haber comprendido la frase de Marthe. Pero¿qué significaba exactamente? ¿Acaso se puede ser feliz con alguien al que no se ama?".

"La desgracia nunca se admite. Tan sólo creemos que nos corresponde felicidad".

"Los jóvenes son animales rebeldes al dolor".

"Un hombre que ha estado a punto de morir cree conocer la muerte. Pero el día en que por fin ésta se presenta, no la reconoce: «No, no es ella», exclama al expirar".

"Como mis celos la seguían hasta la tumba, anhelaba que no hubiese nada más después de la muerte".

"Mi corazón estaba en esa edad en la que todavía no se piensa en el futuro. Sí, más que un mundo nuevo donde reunirme un día con ella, era la nada lo que yo deseaba para Marthe".




Raymond Radiguet

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